Es difícil aceptarlo, pero todos tenemos puntos ciegos. No importa tu edad, tu género, tus años de experiencia, tu talento o capacidad. Todos tenemos sesgos que no nos impiden tomar decisiones desde una distancia prudente.
Es común que muchos debates y órdenes se terminen tomando porque a quien está a cargo “le parece”. Esto no es una crítica, líderes hay de todo tipo, desde el más soberbio al más democrático.
Sin embargo, frases como “según yo”, “en mi experiencia”, “siempre funcionó así” se escuchan a menudo y suelen parecer irrefutables.
¿Te ha pasado? Muchas decisiones que hacen avanzar (o no) a grandes compañías se toman con estos métodos.
No es función de este escrito menospreciar el valor de la experiencia. Conocer una industria suele brindar más ventajas que desventajas a la hora de definir estrategias. De todas maneras, es un buen ejercicio tener presente el sesgo propio.
No creer que las sabemos todas. Primero, porque nadie sabe todo. Segundo, porque los contextos y las preferencias de consumo van cambiando. Lo que funcionó ayer, puede no funcionar más mañana.
Contar con datos duros para asistir a la experiencia, instinto o talento es fundamental.
Apoyar decisiones en datos cuantitativos es una forma de ahorrar tiempo en debates innecesarios. No es una fórmula garantizada de éxito, pero sí es un camino más seguro.
Lo que piensan y sienten nuestros consumidores es cada vez más volátil. Algo tan insignificante como una publicación en una red social puede cambiar nuestro posicionamiento en la mente de nuestros clientes.
Accionar herramientas que nos permitan estar más cerca de la realidad de nuestro mercado es un must hoy día. Elige los KPIs que quieras medir y sé consistente en el tiempo.
Por menos “según yo” y más feedback real de tus clientes.
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